Primera publicación el viernes, 21 de diciembre de 2012, 18:19 en alemán en www.letztercountdown.org
La Serie de las Sombras ha terminado, pero nuestro trabajo está lejos de terminar. Por el contrario, Dios nos ha llamado a ser un faro en las aguas turbulentas de la Gran Tormenta que ahora desciende sobre la humanidad. Con el fin de lograr este objetivo y guiar a los 144.000 profesores, fuimos sometidos a severas pruebas. Tuvimos que experimentar exactamente lo que Elena G. de White, una vez dijo así:
Los tiempos de apuro y angustia que nos esperan requieren una fe capaz de soportar el cansancio, la demora y el hambre, una fe que no desmaye a pesar de las pruebas más duras. El tiempo de gracia les es concedido a todos a fin de que se preparen para aquel momento. Jacob prevaleció porque fue perseverante y resuelto. Su victoria es prueba evidente del poder de la oración importuna. Todos los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen éxito como él. Los que no están dispuestos a negarse a sí mismos, a luchar desesperadamente ante Dios y a orar mucho y con empeño para obtener su bendición, no lo conseguirán. ¡Cuán pocos cristianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos son los que jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas las facultades del alma! Cuando olas de indecible desesperación envuelven al suplicante, ¡cuán raro es verle atenerse con fe inquebrantable a las promesas de Dios! {CS 679}
Durante las muchas pruebas que pasamos desde el 27 de febrero de 2012, no sabíamos que Dios nos daría una señal especial para que pudiéramos saber que habíamos recibido el sello del Dios viviente para nuestro trabajo, y que aún debemos revelar esta maravillosa verdad a su tiempo. De este sello proviene nuestra nueva sección que nos acompañará hasta el tiempo de las plagas, por lo menos mientras aún tengamos comunicación. Que Dios bendiga esta sección especialmente y conceda el Espíritu Santo a los que Le conocen y entienden que Él nunca hace nada sin revelar Su secreto a Sus profetas (Amos 3:7).
El Permanente Don de Profecía
Al final de su vida en la década de 1930, Arthur G. Daniells, ex Presidente de la Conferencia General de los Adventistas del Séptimo Día y colega de Elena G. de White por mucho tiempo, escribió un excelente libro sobre el tema con el mismo título El Permanente Don de Profecía. En más de 400 perfectamente investigadas y en mi opinión aún inspiradas páginas, él muestra que la iglesia de Dios siempre estuvo acompañada por el Espíritu de Profecía, y en última instancia cómo el don se manifestó en la iglesia remanente elegida por Dios a través de Elena G. de White.
Él escudriñó toda la historia del pueblo de Dios hasta el día de hoy, rastreando la presencia del don de profecía entre el pueblo de Dios en todas las edades:
- De Egipto a Canaán se manifestó a través del don de Moisés, quien recibió instrucciones directas de Dios a partir de la zarza ardiente.
- De Josué a Samuel por el mismo Josué, “hombres de Dios”, Deborah y, finalmente, con el gran Samuel, quien fundó las escuelas de los profetas.
- Durante la rebelión de Israel en los días de los reyes cuando rechazaron a Dios como su rey, con unos 30 profetas mencionados en los escritos desde Samuel a Jeremías, además de unos cuantos más que no fueron mencionados por su nombre.
- En el período durante y después de la cautividad babilónica de Daniel a Malaquías.
- Él demuestra la presencia del don de profecía, incluso entre Malaquías y Juan el Bautista.
- Desde los tiempos apostólicos hasta nuestros días, afirmado por el testimonio de los apóstoles mismos, como el de Pablo, quien dijo: “No apaguéis el Espíritu, no menospreciéis las profecías.” (1 Tesalonicenses 5:19-20) y, especialmente, a través del antitipo de la lluvia temprana de Pentecostés en el tiempo de la lluvia tardía.
- Por la manifestación del Espíritu de Profecía a través de Elena G. de White en la Iglesia Adventista durante el período del juicio investigador.
Dios nunca ha dejado a Su pueblo sin el don del Espíritu de Profecía. Daniells llegó hasta el tiempo del juicio de los muertos, pero ¿qué pasará en el tiempo de la transición entre el juicio de los muertos al juicio de los vivos, y qué pasará en el tiempo del juicio de los vivos mismo? ¿No necesitaría la estrella de la corona de la mujer, la iglesia más pequeña del remanente del remanente, este don en forma especial? ¿No deberíamos esperar el don de profecía ahora mismo, o son suficientes las 100.000 páginas que Elena G. de White escribió en los 70 años de su servicio como mensajera de Dios para guiar a la iglesia a través del pequeño tiempo de angustia?
Elena G. de White misma responde a la pregunta, señalando una nueva luz que ella misma no recibió, pero que sólo podía ser recibida por los estudiantes diligentes de las Escrituras, ayudados por el don del Espíritu Santo.
Pedro exhorta a sus hermanos a crecer “en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” [2 Pedro 3:18] Cuandoquiera que los hijos de Dios crezcan en la gracia, obtendrán cada vez más clara comprensión de su Palabra. Y discernirán nueva luz y belleza en sus verdades sagradas. Esto ha venido sucediendo en la historia de la iglesia en todas las edades, y así seguirá siendo hasta el fin. Pero al declinar la verdadera vida espiritual, siempre hubo tendencia a dejar de adelantar en el conocimiento de la verdad. Los hombres se quedan satisfechos con la luz ya recibida de la Palabra de Dios, y desaprueban cualquier investigación más profunda de las Escrituras. Se vuelven conservadores, y tratan de evitar la discusión. {OE 312}
Sin embargo, ¿es un estudiante de la Biblia, talentoso como sea, un profeta en este sentido? No, porque la definición de un profeta es que él recibe instrucciones directas de Dios y escucha Su voz en sueños o visiones. Incluso cuando un estudiante de la Biblia está dirigido a ciertas porciones de la Biblia y a nuevos conocimientos a través de un sueño ocasional, no es una manifestación del pleno don del Espíritu de Profecía en él.
Por el contrario, se nos dice cómo el don de profecía actúa en relación con aquellos en la iglesia quienes exploran la Palabra de Dios a través del estudio, sedientos de recibir más luz:
Muchos de nuestros hermanos no comprenden cuán firmemente han sido establecidos los fundamentos de nuestra fe. Mi esposo, el pastor José Bates, el padre Pierce, el pastor [Hiram] Edson y otros que eran perspicaces, nobles y leales, se contaban entre los que, después de pasar la fecha de 1844, escudriñaron en procura de la verdad como quien busca un tesoro escondido. Me reunía con ellos, y estudiábamos y orábamos fervientemente. Con frecuencia permanecíamos juntos hasta tarde en la noche, y a veces pasábamos toda la noche orando en procura de luz y estudiando la Palabra. Vez tras vez, esos hermanos se reunían para estudiar la Biblia a fin de que pudieran conocer su significado y estuvieran preparados para enseñarla con poder. Cuando llegaban al punto en su estudio donde decían: “No podemos hacer nada más”, el Espíritu del Señor descendía sobre mí y era arrebatada en visión y se me daba una clara explicación de los pasajes que habíamos estado estudiando, con instrucciones en cuanto a la forma en que debíamos trabajar y enseñar con eficacia. Así se daba luz que nos ayudaba a entender los textos acerca de Cristo, su misión y su sacerdocio. Una secuencia de verdad que se extendía desde ese tiempo hasta cuando entremos en la ciudad de Dios me fue aclarada, y yo comuniqué a otros las instrucciones que el Señor me había dado.
Durante todo ese tiempo, no podía entender el razonamiento de los hermanos. Mi mente estaba cerrada, por así decirlo, y no podía comprender el significado de los textos que estábamos estudiando. Este fue uno de los mayores dolores de mi vida. Quedaba en esta condición mental hasta que se aclaraban en nuestras mentes todos los principales puntos de nuestra fe, en armonía con la Palabra de Dios. Los hermanos sabían que cuando yo no estaba en visión, no podía entender esos asuntos, y aceptaban como luz enviada del cielo las revelaciones dadas. {1MS 241-242}
La última parte de esta cita de la vida de la mensajera de Dios revela un importante principio espiritual: Las personas que tienen el don del Espíritu de Profecía no entienden lo que los estudios de los estudiantes significan, no porque sean poco inteligentes o ignorantes, sino por el propósito de que las revelaciones que se dan a la iglesia a través de ellos se pueden reconocer como tales.
Por desgracia, la historia del don del Espíritu de Profecía es también la historia del rechazo del Espíritu de Profecía por la gente que debería recibirlo. Este fue el caso en todas las edades, y se prolongará hasta la venida de Jesús.
Elena G. de White dirigió a la iglesia por mucho tiempo, incluso en el comienzo de los 120 años de vagar por el desierto que se inició en el año 1890, debido a que la iglesia rechazó incluso el comienzo de la luz del Cuarto Ángel. No fue sino hasta mucho tiempo después, que algunas personas estuvieron finalmente dispuestas a aceptar esta luz en toda su plenitud. Ahora, poco después del comienzo del juicio de los vivos, esta luz ha de aumentar a un fuerte clamor, la última gran advertencia a un mundo moribundo, que será destruido por los juicios de Dios sin mezcla de misericordia, junto con todos los que no querían encomendar completamente sus vidas a Dios.
Desde 1915, año en que Elena G. de White murió, la Iglesia tuvo que viajar a través del desierto por su cuenta sin el Espíritu viviente de la Profecía. Tuvieron que sufrir las pruebas siguiendo a sus líderes que tantas veces se equivocaron desde el caballo rojo, hacia el negro, luego al caballo pálido de la iglesia muerta de Sardis, porque “donde no hay visión, el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18). Aunque sus escritos los acompañaban, la siguiente profecía de la mensajera de Dios se hizo realidad:
Satanás está... constantemente haciendo fuerza por introducir lo espurio a fin de apartar de la verdad. Precisamente, el último engaño de Satanás se hará para que no tenga efecto el testimonio del Espíritu de Dios. “Sin profecía el pueblo será disipado” (Prov. 29:18, versión Valera antigua). Satanás trabajará hábilmente en diferentes formas y mediante diferentes instrumentos para perturbar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero (Carta 12, 1890).
Se encenderá un odio satánico contra los testimonios. La obra de Satanás será perturbar la fe de las iglesias en ellos por esta razón: Satanás no puede disponer de una senda tan clara para introducir sus engaños y atar a las almas con sus errores si se obedecen las amonestaciones y reproches del Espíritu de Dios. (Carta 40, 1890). {1MS 54-55}
Arthur G. Daniells escribió en el último capítulo de su libro El Permanente Don de Profecía:
El bienestar de la iglesia en conjunto y de sus miembros individuales, está inseparablemente vinculado con su actitud de fe y atención a los profetas de Dios. Estos, como hemos visto, son los mensajeros escogidos por él, los portavoces que ha designado para su iglesia en la tierra. Como hemos demostrado también claramente, este plan de comunicación ha sido la uniforme y benéfica forma escogida por Dios para revelar su voluntad al hombre aun desde la separación ocasionada por el pecado. Por este medio aconseja, instruye, precave, suplica, y amonesta, según lo indiquen la necesidad, y el amor divino.
Las vicisitudes de la iglesia en todas las edades han sido medidas por su fidelidad o deslealtad al don de profecía, y su seguridad se ha medido por la manera en que respondió a esas instrucciones divinas. A través de los siglos que abarcan las eras patriarcal, mosaica y apostólica, hemos visto en acción esta regla inviolable, según se revela en las páginas de la Escritura Sagrada.
Luego, después de la muerte de los apóstoles, la trágica marcha de los sucesos empieza en la era cristiana, y está escrita con sangre y lágrimas, y manchada por los desvíos y la apostasía.
Trágica ha sido la suerte de aquellos que defendieron la fe primitiva. Odiados y vilipendiados, perseguidos y aislados, testificaron por la verdad. Pero de vez en cuando, se levantaron al llamamiento de Dios, profetas, hombres y mujeres, que denunciaron la iniquidad de los desleales. Estimularon la fidelidad de los leales, y guiaron y guardaron a los adherentes de la verdad a través de los penosos siglos.
Ahora en estos tiempos llamados divinamente “últimos días”, el gran plan de la redención y el insensato curso de la especie humana se acercan a su culminación. De tal manera abunda la iniquidad entre los hombres, tan desafiante es la filosofía humana, tan rebelde es la desobediencia del hombre frente a Dios y las provisiones de la redención en este supremo conflicto entre el bien y el mal, que era imperativo que el don de profecía se manifestase en forma conspicua en las filas de la iglesia remanente.
Necesidad suprema en los postreros días
Si alguna vez en la carrera de la humanidad el hombre necesitó la dirección divina, es ciertamente en estos postreros días, cuando todas las fuerzas de la iniquidad se hallan sueltas para confundir y arruinar, cuando el mundo secular se ha vuelto materialista, y el mundo religioso se ha entregado a las enseñanzas modernistas. Si alguna vez en la historia la iglesia necesitó tener la dirección divina, fue en el momento de crisis del movimiento adventista, precisamente después de la desilusión de 1844, y durante las décadas que siguieron. Los asuntos en juego eran trascendentales, pero la dirección de Dios era adecuada.
El último conflicto se produce respecto de la fidelidad a Dios, y llega a su consumación en nuestro tiempo.
La ira de Satanás se encuentra sobre la iglesia remanente de Dios, supremo objeto del amor y dirección divinos. Esta iglesia se destacará finalmente como única defensora de la pisoteada ley de Dios en su relación con los amplios medios provistos para la redención. No sólo es la iglesia en conjunto el objeto del ataque del maligno, sino que los miembros individuales también son acosados, porque mantienen la integridad de la ley y el Evangelio. Introduciendo la duda, la negligencia, la rebelión o el repudio, Satanás procura destruir la fidelidad individual a los consejos del don de profecía. De ahí que los tres grandes asuntos en juego en esa última hora estén tan claramente definidos por la inspiración, pero todos han quedado confundidos en las creencias y prácticas de las masas de la cristiandad.
Ahora, al terminar este libro, la cuestión de la relación individual y de la iglesia con el don dado por Dios resalta como algo de suprema importancia. Sean las palabras finales, por lo tanto, una súplica para que se reconozca y se escuche esta provisión divina para el consejo de la iglesia. Este consejo es una exhortación que la iglesia debe siempre tener presente y debe obedecer y practicar fielmente.
Escuchad los consejos celestiales
Observad, retrospectivamente, lo que este don ha significado para este pueblo a través de las décadas pasadas. Notad bien, cómo se ha hecho frente a una crisis tras otra, cómo se ha solucionado un problema tras otro. El tiempo ha vindicado los consejos celestiales en cada caso. Considerad, a guisa de impresionante comparación, los días de Israel en el tiempo de Moisés, y luego pensad en nuestros tiempos. Estas son las palabras de un caudillo de Israel:
“Yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal”. “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días” (Deut. 30: 15, 19, 20).
Comprendiendo que estaba por deponer sus responsabilidades, el anciano patriarca Moisés hacía su recomendación final al pueblo a quien había conducido durante cuarenta años, desde Egipto hasta los límites de la tierra prometida.
Tenía grandes esperanzas en el futuro de su amado pueblo. Pero conociendo, por larga experiencia sus fragilidades y debilidades en tiempos de tentación y pruebas, también albergaba graves temores de que tuvieran que arrostrar desastres y derrotas como nación. Reconociendo que su destino para bien o para mal dependía de la forma en que obedecieran las instrucciones enviadas por Dios, les presentó gráficamente y con muchos detalles las bendiciones temporales y espirituales que les tocarían si fueran obedientes, y las maldiciones que acompañarían a su desobediencia. (Véase Deut. 27, 28.)
El olvido de Israel
Después de haberle aconsejado que amara al Señor y obedeciera su voz, lo exhortó a escuchar los mensajes de consejo e instrucción que él le había entregado como mensajero de Dios. Fuera de los diez mandamientos, todas las leyes y testimonios y estatutos que les fueron dados, habían sido pronunciados por intermedio de Moisés. El hecho de que habían visto u oído solamente al instrumento humano, no disminuía de ninguna manera la culpa que tendrían si rechazaban esos requerimientos divinos. También es así con los hombres y las mujeres de todos los tiempos, no sólo con la generación a la cual se dirigió personalmente.
Moisés se ocupó de que esas solemnes amonestaciones fueran recordadas siempre. Los padres tenían que enseñarlas a sus hijos, hablando de ellas cuando estuvieran en casa, o cuando anduvieran de camino, como también a la hora del culto vespertino y matutino. (Deut. 11: 19, 20.) Tenían que ser escritas como recuerdo en un libro, y colocadas al lado del arca. Cada séptimo año tenían que ser sacadas y leídas en público delante del concurso de peregrinos reunidos en la fiesta de las cabañas. Para esa solemne lectura de los escritos proféticos debían reunirse a hombres y mujeres, sin olvidar al extranjero que estaba dentro de sus puertas. Los niños que llegaban a la edad de la razón fueron mencionados especialmente. También habían de oír, y aprender a temer al Señor. (Véase Deut. 31: 9-13.)
En vista de que el Israel antiguo no supo recordar los solemnes mensajes que Dios había mandado por el mensajero escogido por él, ¿no deberíamos nosotros, “sobre quienes los fines de los siglos han parado” cuidar de que la instrucción que ha sido dada a la iglesia remanente sea recordada vívidamente?
El don de profecía es Inseparable del movimiento
Sacando una lección moderna de las indicaciones de Moisés (Deut. 6: 20-25) en cuanto a repetir a los niños, cuando llegaran a la edad de hacer preguntas, las señales y los prodigios realizados en la liberación de Egipto, la Sra. de White escribió en 1882:
“He aquí principios que no hemos de considerar con indiferencia. Los que han visto la verdad y sentido su importancia, y han tenido experiencia en las cosas de Dios, deben enseñar la sana doctrina a sus hijos. Deben familiarizarlos en las grandes columnas de nuestra fe, las razones por las cuales somos adventistas del séptimo día, por qué somos llamados como lo fueron los hijos de Israel a ser un pueblo peculiar, una nación santa, separada y distinta de todos los demás pueblos de la faz de la tierra. Estas cosas deben ser explicadas a los niños en lenguaje sencillo, fácil de comprender; y al crecer ellos en años, las lecciones que se les impartan deben ser adecuadas a su creciente capacidad, hasta que los fundamentos de la verdad hayan sido puestos en forma amplia y profunda” (Testimonies for the Church, tomo 5, pág. 330).
La historia del nacimiento de la nación de Israel, de su liberación de la cruel servidumbre y de su entrada final en Canaán, no podría haber sido relatada sin mencionar la obra de Moisés como profeta. Los mensajes recibidos del cielo por intermedio del gran profeta de aquel período estaban entretejidos con toda fase de la historia. Moisés era el portavoz de Jehová, que daba a conocer su voluntad, que los guiaba en su organización y sus movimientos, reprendía sus pecados y su rebelión, e intercedía por ellos como un padre.
Es igualmente imposible relatar a nuestros hijos “las razones por las cuales somos adventistas del séptimo día” sin familiarizarlos con la parte eminente desempeñada por el renovado don de profecía en la obra de echar un fundamento bíblico, y de edificar sobre él, de dirigir en los principios de la organización, de fomentar toda actividad cardinal del movimiento adventista, y de dar mensajes de consejo y reprensión, de esperanza y valor.
Es posible creer nominalmente en el don de profecía y aceptar los mensajes de los profetas anteriores y, sin embargo, rechazar y oponerse a la mensajera contemporánea escogida por Dios para dar instrucción a su pueblo. En los días de Cristo, las palabras de los antiguos profetas eran leídas cada sábado en las sinagogas y, sin embargo, los dirigentes espirituales rechazaron a Juan el Bautista, y crucificaron al Profeta que vino directamente del cielo, el mayor que haya aparecido jamás en la tierra. La razón por la cual cerraron sus oídos a los mensajeros celestiales, y también por la cual existe el moderno farisaísmo, queda bien presentada en estas palabras:
“En todas las épocas del mundo, el Señor ha dado reproches, reconvenciones y corrección a su iglesia. Estas amonestaciones fueron despreciadas y rechazadas en el tiempo de Cristo por los fariseos llenos de justicia propia, que aseveraban no necesitar tales reprensiones y que se los trataba injustamente. No quisieron recibir la Palabra que el Señor daba por medio de sus siervos, porque no agradaba a sus inclinaciones. Si el Señor diese, delante de esta clase de personas de nuestra época, una visión que señalase sus errores, reprendiese su propia justicia y condenase sus pecados, se levantarían en rebelión, como los habitantes de Nazaret cuando Cristo les mostró su verdadera condición”. (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 300).
Por qué son rechazados los testimonios
Porque Cristo reprendió los pecados específicos de su vida, los fariseos se sintieron inducidos a rechazar su aserto de ser el Hijo de Dios. Hay hoy día, como siempre lo hubo en lo pasado, una relación directa entre la conservación de algún pecado y una duda de los mensajes de los siervos escogidos del Señor.
“Muchos que han apostatado de la verdad lo atribuyen a su falta de fe en los testimonios. La investigación revela el hecho de que tienen algún hábito pecaminoso que Dios ha condenado por medio de los testimonios. La cuestión es saber ahora: ¿Renunciarán a su ídolo, condenado por Dios, o continuarán en su mala conducta, y rechazarán la luz que Dios les ha dado, al reprender las mismas cosas en las cuales se deleitan? La cuestión que deben determinar es: ¿Me negaré a mí mismo, y recibiré como de Dios los testimonios que reprenden mis pecados, o rechazaré los testimonios porque reprenden mis pecados?” (Testimonies for the Church, tomo 4, pág. 32).
En la primera parte de este libro se declara con plena evidencia, que al don de Cristo a nuestro mundo sigue en importancia el don de profecía, como el más precioso que Dios haya concedido a la iglesia. Por lo tanto, es cierto que Satanás, el gran adversario de Dios y del hombre, sentirá intenso odio por la manifestación de ese don. El hecho de que la iglesia remanente lo posea nos es dado en las Escrituras como explicación de la ira del dragón contra ella. (Apoc. 12: 17.) Sabiendo esto, no nos sorprenderemos de que los testimonios del Espíritu de Dios sean incesante y acerbamente atacados con los más sutiles argumentos del maligno.
El consejo a nuestro pueblo remanente
Os aconsejo a vosotros los que tenéis que hacer frente a las objeciones contra los requerimientos de los testimonios dados para el pueblo remanente que busquéis un equilibrio apropiado entre lo trivial y lo grande, entre lo que es difícil de comprender y lo que es claro. He aquí algunos principios muy claros:
“No necesitáis andar en incertidumbre y duda. Satanás está listo para sugerir una variedad de dudas; pero si queréis abrir vuestros ojos con fe, hallaréis suficiente evidencia para creer. Pero Dios no suprimirá nunca para el hombre toda causa de duda. Los que se deleitan en morar en la atmósfera de la duda, de la incredulidad, pueden tener ese privilegio poco envidiable. Dios da bastante evidencia para que la mente sincera pueda creer; pero el que se aparta del peso de la evidencia porque haya algunas pocas cosas que no resultan claras para su comprensión finita, será dejado en la atmósfera fría y helada de la incredulidad y de las dudas, y naufragará en la fe” (Id., págs. 232, 233).
“Los que adiestran su mente para que dude de todo lo que pueda ponerse en duda y sugieren esos pensamientos a otras mentes, hallarán siempre ocasión de dudar. Pondrán en tela de juicio y criticarán todo lo que se presente en el desarrollo de la verdad; criticarán la obra y la actitud de los demás; censurarán todo ramo de la obra en el cual no tengan parte ellos mismos. Se alimentarán de los errores, equivocaciones y faltas ajenas, ‘hasta que -dijo el ángel-, el Señor Jesús termine su obra de mediación en el santuario celestial, y se vista de las vestiduras de venganza y los sorprenda en su festín profano; y se encontrarán sin preparación para la cena de bodas del Cordero’. Su gusto se ha pervertido de tal manera que se sentirán inclinados a criticar aun la mesa del Señor en su reino” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, págs. 300, 301).
Las palabras de Moisés, que vinculan la bendición con la obediencia, y el desastre con la desobediencia, eran una predicción. Fueron pronunciadas cuando Israel iniciaba su historia nacional. El futuro de la nación fue trazado relacionando la prosperidad y la obediencia, y el cautiverio final y la destrucción con la desobediencia persistente. La calamidad vino a Israel, que rechazó los consejos de todos sus profetas, antes que a Judá, cuyo día de condenación fue repetidas veces pospuesto debido a reformas ocasionales.
Una lección para nuestro tiempo
La lección no tiene menos significado para nuestro tiempo. Nuestro día de liberación ha sido postergado porque no hemos estado a la altura de la consagración sin reserva que piden los mensajes enviados a nosotros. Estamos todavía en este mundo perturbado porque no hemos avanzado con fe, sacrificio y fervor para terminar la obra de Dios en la tierra como nos ha instado muy solemnemente la sierva de Dios.
“Si el propósito de Dios de dar al mundo el mensaje de misericordia hubiese sido llevado a cabo por su pueblo, Cristo habría venido ya a la tierra, y los santos habrían recibido su bienvenida en la ciudad de Dios” (Testimonios Selectos, tomo 4, pág. 415).
“Si cada soldado de Cristo hubiese cumplido con su deber, si cada centinela puesto sobre los muros de Sion hubiese tocado la trompeta, el mundo habría oído el mensaje de amonestación. Mas la obra se halla con años de atraso. Entretanto que los hombres dormían, Satanás se nos ha adelantado” (Id., tomo 5, pág. 145).
No hay nada que pueda impresionar tal vez tanto nuestro corazón como estas palabras solemnes. La venida del Señor por la cual hemos orado y trabajado durante tantos años, podría ser ya un hecho cumplido, y haber recibido el pueblo de Dios su recompensa, si hubiésemos vivido a la altura de los altos privilegios y responsabilidades que nos tocan por el favor de Dios.
“Creed a sus profetas
Por las palabras de la Escritura, Dios nos ha dado toda verdad salvadora y esencial. Ha preservado maravillosamente esa Palabra, y ha multiplicado de tal manera los ejemplares de ella que ahora cada uno puede tenerla. Las características de nuestros días están bosquejadas en esa Palabra. Los testimonios del Espíritu de Dios, tal como fueron dados a la iglesia remanente, están en armonía con esa Palabra, y nos conducen a ella. Pero en ellos se halla la riqueza de detalles que necesitan aquellos que deberán resistir las asechanzas sutiles y supremas de Satanás, y perfeccionar el carácter propio de los que han de ser trasladados. Como el telescopio revela, pero no crea, los detalles que no se perciben a simple vista, así también la lectura de los mensajes a nosotros enviados no añade, sino que magnifica las cosas contenidas en la eterna Palabra de Dios.
Mientras estudiemos con oración y diligencia el consejo y la instrucción que Dios ha dado tan misericordiosamente a su iglesia remanente, poniendo nuestra vida en conformidad con la norma de carácter revelada allí, y luchando diligentemente para terminar la obra a nosotros confiada, demostraremos así que estamos esperando y apresurándonos “para la venida del día de Dios” (2 Pedro 3: 12).
“Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed en sus profetas, y seréis prosperados” (2 Cr. 20: 20).
¿Cuánto más se aplica todo esto a la actualidad, cuando - desapercibido por la gran mayoría de los creyentes adventistas - el juicio de los vivos ya ha comenzado, de hecho, con los ancianos, los líderes de los 144.000? En una época terrible de la apostasía total de la verdad en la Iglesia Adventista, se juntó un pequeño puñado de hombres y mujeres que Dios había elegido de entre unos 17 millones de adventistas, incluyendo algunos protestantes que no podían ser bautizados en la Iglesia Adventista porque se les negó debido a su creencia en la “herejía de Orión”. Este pequeño grupo fue duramente probado. ¡Muy duramente aun! Sus juicios comenzaron el 27 de febrero de 2012 en una manera especial, y ellos tuvieron que aprender la paciencia de los santos, y - como se mencionó anteriormente en la cita de Elena de White (ver cita CS 679 de arriba) - necesitaban adquirir una fe que puede soportar demora. Es cierto que el tiempo de la venida de Cristo nunca volverá a ser una prueba, porque Jesús aún vendrá de acuerdo con el Reloj de Orión y el Buque del Tiempo, pero los tres años y medio del tiempo de la angustia comienza un año más tarde de lo esperado. Habían comprendido el año de las plagas a ser parte del juicio de los vivos, lo que estaba errado y los llevó a la creencia de que Jesús vendría ya en 2015 y el tiempo de angustia comenzaría junto con el juicio de los vivos. De hecho, estos dos períodos son aplazados por un año. Por lo tanto, los acontecimientos visibles, como las bolas de fuego y la ley dominical, tenían que venir más tarde que los otros eventos en el santuario celestial, como hemos explicado en nuestros artículos de la Advertencia Final. Por lo tanto, en el futuro, tenemos que distinguir claramente entre los tres-y-medio tiempos de Daniel 12, que son los tres años y medio del juicio de los vivos que terminarán antes del comienzo de las plagas, y los tres años y medio de la tribulación, que incluyen el pequeño y el gran tiempo de angustia (el año de las plagas).
Ninguna fe podría haber resistido este año de “desilusión” sin confirmación divina de los estudios de Orión y el Buque del Tiempo. Yo mismo nunca me habría atrevido a publicar el estudio de Orión en 2010 si no me hubiera pegado a la divina “regla” que Elena de White había descrito en la cita anterior de su experiencia personal: Para que los estudios sean reconocidos como auténticos, deben ser confirmados a través del Espíritu de Profecía. Tiene que haber un líder espiritual que recibe una confirmación de los estudios a través de la Palabra de Dios quien no entiende los estudios por sí mismo. Elena de White había visto que habría una nueva luz justo por delante, pero ella misma no la recibió. Una persona diferente debía cumplir con esta tarea, otro director espiritual que contribuirá al crecimiento espiritual de la pequeña naciente iglesia de los remanentes que estaba en la transición de la corona de la mujer de Apocalipsis 12 (la Iglesia ASD) a las estrellas en la corona (la iglesia de los 144.000).
La segunda parte de esta serie de introducción a esta nueva sección finalmente revelará quien era el director en mi sueño El Mensaje del Cuarto Ángel y desentrañará la historia de las misteriosas circunstancias de su “muerte”.
NOTA:
Este maravilloso libro El Permanente Don de Profecía se puede descargar en su totalidad AQUÍ en inglés. (Si alguien encuentra una versión traducida al español, por favor, infórmenos.)